historia

"El Colegio de Lourdes"

El P. Francisco de Paula Blachère escribe lo siguiente: “Además, la preocupación de asegurar el futuro espiritual de la Parroquia, que se encuentra en las manos de los jóvenes, llevó a los Padres a tomar la decisión de crear la escuela, en la que actualmente [en 1947] 300 chicos reciben casi gratuitamente instrucción intelectual y moral de primer nivel”.

El boletín parroquial Bernardita, del 4 de junio de 1933, narra los comienzos del Colegio. “En el local de la calle Gowland [actualmente Pío XII], cedido por la iglesia parroquial, inicióse el [sábado] 24 de mayo de 1930, por feliz iniciativa del P. Jorge Neusch, y contando con la ayuda desinteresada de abnegados corazones, el primer día de clases del entonces incipiente Jardín de Infantes, compuesto por cuarenta y cuatro valientes niños [de 5, 6 y 7 años] que, con su asistencia diaria y su aplicación al estudio, echaron las bases de ese conjunto de cualidades que caracteriza y distingue al Colegio de Lourdes”. No obstante, en otro lugar hemos encontrado que el 25 de mayo hubo una “inauguración” y que las clases comenzaron el lunes 26; pero que la inauguración “oficial” se hizo el 9 de julio siguiente.

"Los comienzos"

Las clases se daban en una casa que se hallaba en el actual descanso de los peregrinos, recostada sobre lo que es el jardín de la casa de los religiosos. Mas, al cumplirse la primera etapa de enseñanza y cuando un nuevo contingente de alumnos hizo su aparición en las aulas, éstas resultaron pequeñas para contenerlos, y entonces fue necesario buscar el medio de conciliar el aumento progresivo del alumnado con el de un local apropiado para la enseñanza. De la primitiva casa se trasladó a un edificio propio, construido gracias a la ayuda de bienhechores que apreciaron el valor de la obra. Este segundo edificio es el actual Ateneo P. Antonio Silbermann; pero, sobre lo que fue su patio de recreo, se levanta actualmente el Ateneo Manuel d’Alzon.

“Grandes dificultades surgieron en ello, pero felizmente fueron conjuradas, gracias a la generosidad del señor Pedro Martín, quien, en calidad de préstamo y sin poner en ello más cláusula que su desinterés, prestó el dinero necesario para adquirir el local”.

Extracto tomado del libro:“Los Asuncionistas en la Argentina (1910 – 2000)”
Padre Roberto Favre a.a